El auge del teletrabajo ha llevado a muchos nómadas digitales a grandes ciudades como Barcelona y ha generado tensiones con los residentes locales. En respuesta a la saturación urbana, algunos emprendedores han creado centros en zonas rurales, beneficiando a pueblos en riesgo de despoblación en Europa. Estos espacios no solo ofrecen un entorno tranquilo para los trabajadores remotos, sino que también ayudan a revitalizar comunidades que estaban al borde de la desaparición.
Rooral, una iniciativa en España, facilita la integración de nómadas digitales en pequeños pueblos. Estos profesionales no solo continúan con su trabajo a distancia, sino que participan activamente en la vida comunitaria, creando intercambios culturales y económicos. En pueblos como Benarrabá (Málaga), los residentes valoran la llegada de estos trabajadores, quienes colaboran en actividades locales y aportan energía nueva al entorno.
Este modelo ha demostrado ser beneficioso tanto para los nómadas digitales como para las comunidades rurales. Movimientos similares, como NATworking en Italia, promueven el desarrollo territorial a través del teletrabajo, lo que sugiere que estas iniciativas podrían tener un impacto duradero en la revitalización de áreas rurales en Europa.
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